Real de Catorce es un pueblo mágico con una peculiaridad: también es un pueblo fantasma y como tal, está repleto de mitos y leyendas como la que a continuación te presento:
La juventud es un divino tesoro que en muchas ocasiones pasa de largo con días comunes, más aún si se trata de localidades tan apartadas de la modernidad como en su momento, e incluso en la actualidad, se encuentra el poblado de Real de Catorce, en el estado de San Luis Potosí.
Imagine el lector encontrarse en tierras poco fértiles, donde la minería es la actividad más conveniente, pero también la más peligrosa, pues los mineros pasaban sus largas jornadas ocupándose en extraer minerales que enriquecían a unos y mermaban lentamente la salud de los más pobres. Es por eso que muchos jóvenes preferían pasar el tiempo de fiesta con los amigos, deambulando por las calles y quizá platicando con las chicas del pueblo.
Entre estos jóvenes destacaba uno que siempre estaba de buen humor: "Tomás", un inquieto joven que cada día, todo el día, estaba contento. No había forma de que sintiera tristeza y su ánimo lo contagiaba por doquiera que él iba.
El baile era un auténtico vicio para él, ya que no había forma de que cualquier música penetrara en su cuerpo y ocasionara que sus pies se pusieran en movimiento al ritmo que escuchara.
Era conocido en lugares cercanos a Catorce, como en Potrero, La Luz, Real, La Estación, es decir, en cualquier sitio. Siempre era bien recibido pues sabía poner ambiente en cada reunión.
Un día cualquiera, platicando con sus amigos, lograron escuchar a lo lejos una música que llamó su atención. Inmediatamente se trasladaron al Kiosko, lugar donde generalmente se reunían los músicos para ofrecer sus melodías, pero cuál fue su sorpresa que al llegar a ese lugar, no había nadie tocando...pero la música seguía escuchándose a lo lejos.
Pensaron que quizá la música se había trasladado a la plaza de toros y sus amigos entonces dieron por terminada la búsqueda. Pero Tomás no iba a detenerse ahí, por supuesto la música y los bailes eran su pasión. Gustoso dijo: "Si no me acompañan tendré que continuar solo" y se encaminó hacia donde se escuchaba la música, fuera del pueblo. Su ímpetu fiestero le mataba de curiosidad y lo inundaban las ganas de bailar.
Cayó la tarde y mientas más avanzaba más iba obscureciendo, pero aquellos sones y sus ganas de bailar lo animaban a seguir, hasta que logró ver a lo lejos unas luces. Seguro de sí mismo confió en que ahí era la gran fiesta y aceleró el paso para llegar lo más pronto posible -a la gran fiesta- pensó.
Al fin llegó al lugar, un poco alejado del pueblo. Había varias parejas bailando y enseguida buscó quién le podría acompañar en esta fiesta, que tenía una luz tenue, con candeleros y velas donde reinaba un cordial ambiente.
De repente, la mirada de nuestro entusiasta bailador se dirigió de una forma repentina a una bella joven que estaba sentada en un extremo. ¡Parecía su noche de suerte! ¿Cómo era posible que una bella joven estuviera ahí, casi esperándolo para que la sacara a bailar? Temeroso, pero inspirado, se acercó a ella con unos ligeros pasos de baile combinado con un simpático andar, lo cual provocó una ligera sonrisa en la bella joven que gustosa aceptó bailar con él.
Estaba tan concentrado en su baile...y en la chica, que no se percató que él, a pesar de ser muy amiguero tanto en Catorce como en los poblados cercanos, no conocía a nadie en esa reunión. Fue entonces que el extraño ambiente lo hizo reaccionar y entonces se ocupó en preguntar un poco más acerca del festejo y los invitados. Se sintió extrañado al sentir la frialdad de las respuestas de la bella joven: "quiza si... un poco....a veces...no lo sé", frases tan cortas que apenas y lograban hilar dos o tres palabras en cada respuesta.
Fue entonces cuando preguntó: -¿Sabes qué se festeja aquí, o de quién es la fiesta?- a lo que ella, con una mirada macabra respondió: -No lo sé, en realidad yo no soy de este mundo...-
El tono de esas palabras hicieron que él palideciera por el miedo y cuando reaccionó, se dio cuenta que los pies de la bella joven eran extraños, ya que uno de los pies era de cabra y el otro pie correspondería al de una gallina.
Enseguida, miró asustado los pies de todos los invitados y su asombro fue mayor al ver que todos los invitados tenían las mismas características, sus pies eran iguales a los de la -ahora no tan bella dama-. En ese instante se quiso separar, pero ella lo apretó con fuerza y no podía dejar de bailar, ahora de manera forzada. Un escalofrío lo inundó por todo el cuerpo y solamente pudo decir "Ave María Purísima..." y cayó desmayado.
A la mañana siguiente el intenso frío de la región lo despertó; se dio cuenta de que yacía rodeado de antiguas paredes que apenas y podían sostenerse por sí solas, en una antigua casona donde se veía el paso del tiempo. Se encontraba lejos de Real de Catorce, rumbo de la mina de San Agustín por el Cerro del Palillo.
Afortunadamente pudo regresar a casa e inmediatamente contó a familiares y amigos lo sucedido. Tomás prometió no asistir a ninguna fiesta a la cual no haya sido invitado y tener mesura con su hasta entonces incontrolable ímpetu por bailar.
¿Cuáles son las enseñanzas que te llevas en esta leyenda?
Te esperamos en nuestra próxima aventura por el pueblo fantasma de Real de Catorce, seguro que al regresar tendrás muchas historias por compartir.